La historia del Juvenil A del CE Andratx, un equipo formado por gente del pueblo que compite desde el orgullo de representar a Andratx.

En Andratx, el fútbol es una parte natural de la vida del pueblo. No nace en grandes estadios ni en escuelas de alto rendimiento, nace en la plaza, en los recreos del colegio, en la calle, donde los niños colocan dos mochilas como porterías y juegan hasta que cae la noche. Muchos de ellos acabarán vistiendo la camiseta celeste y pisando el césped de Sa Plana. Y cuando lo hacen, lo hacen junto a los mismos amigos con los que aprendieron a jugar. Esa es la esencia que sostiene a la cantera del CE Andratx y, especialmente, al Juvenil A, el equipo que actúa como faro de todo el fútbol base y cómo símbolo más puro del orgullo de representar al pueblo.
Una generación que crece junta
El Juvenil A no es un equipo hecho a base de captaciones ni de saltos de un club a otro. Es un equipo formado, en su mayoría, por chavales que empezaron juntos cuando comenzaban a dar sus primeros pases en el fúbtol federativo. Muchos llevan varias temporadas compartiendo vestuario. Han pasado por muchas categorías del club, algunos empezaron en la escoleta, otros más mayores, pero mantuvieron la esencia de jugar juntos y representar al pueblo.
Esa continuidad define su manera de competir. No es solo que se entiendan en el campo, es que se conocen como personas. Saben quién es el primero en llegar al entrenamiento, quién se enfada si pierde en un rondo, quién necesita una broma para desconectar y quién agradecerá un gesto de apoyo cuando el partido se complica. Esa complicidad no se entrena, se construye viviendo el pueblo juntos. Y esa unión tiene un peso enorme en la identidad del equipo. En un fútbol base cada vez más marcado por la movilidad constante y por la búsqueda de escaparates, el Andratx representa otra forma de crecer, la de permanecer, la de entender el club como un lugar propio y no como un sitio de paso.
El Juvenil A como símbolo de identidad
La trayectoria del Juvenil A en las últimas temporadas ha sido el ejemplo de que un club pequeño puede competir con dignidad, carácter y estabilidad. No siempre han sido los más fuertes, ni lo más técnicos, ni los más rápidos. Pero han construido una manera de jugar y de convivir que representa exactamente lo que significa el CE Andratx: esfuerzo, humildad y orgullo de pertenencia. El equipo se mantuvo 3 temporadas en la categoría autonómica, con muchos futbolistas de la zona, sin embargo, la temporada pasada descendió a Preferente. No obstante, eso ha unido más todavía al grupo y la ilusión de volver a ganar está intacta. A la vista están los resultados, nueve ornadas y ocho victorias.
Muchos rivales cuentan con plantillas más amplias y clubes con estructuras semiprofesionales, pero el Andratx compite con otras armas, la fidelidad a un escudo que les ha acompañado desde la infancia. Ese sentimiento aparece en los vestuarios, en los desplazamientos y en los partidos difíciles donde a veces la calidad individual no basta.
La categoría juvenil también funciona como puente real hacia el primer equipo. No es un sueño inalcanzable. Cada temporada hay jugadores que entrenan con los mayores, que participan en sesiones de tecnificación o que se ganan una oportunidad en pretemporada. Esa posibilidad cercana alimenta una ambición natural, muchos crecieron viendo al primer equipo desde la grada, y ahora están a un paso de compartir vestuario con esos referentes.

Representar al pueblo: un sentimiento que no se compra
En el Juvenil A, la palabra “orgullo” aparece en cualquier conversación, aunque nadie se esfuerce por mencionarla. El orgullo de representar al pueblo donde creciste. El orgullo de jugar con tus amigos de toda la vida. El orgullo de llevar una camiseta que has visto en casa, en el bar del campo, en el colegio y en las fotos antiguas de tus padres o hermanos mayores. Ese sentimiento convierte cada partido en algo más que un compromiso deportivo. Ganar tiene un sabor especial porque se comparte con personas que forman parte de tu día a día. Y perder también une, porque no hay intereses externos, ni prisas, ni presión por destacar individualmente, hay un equipo que acepta juntos cada paso del camino.
La cantera del CE Andratx se sostiene sobre esa base emocional que muchos clubes han perdido con el paso del tiempo. Aquí no importa solo aprender conceptos tácticos o mejorar técnicamente;, importa convivir, madurar, equivocarse, reparar los errores y seguir creciendo sin perder el vínculo con el entorno. El Juvenil A actúa como síntesis de ese modelo. No es un proyecto basado en fichar talento externo, sino en desarrollar el talento que nace en el propio pueblo. En un fútbol donde cada vez más niños sueñan con escaparates inmediatos, en Andratx aún se sueña con algo más sencillo y, probablemente, más auténtico, defender a tu pueblo con los amigos de siempre.
Ese sentimiento de pertenencia, hace que desde las categorías inferiores se inculquen canciones previas al partido que cantan los propios jugadores del Juvenil A. Además, muchos niños de la cantera ven como se valora su trabajo y existe un progreso para sus carreras sin tener que salir de Sa Plana. Toni Mas, entrenador del Juvenil A, valora muy positivamente este fenómeno. «Lo especial de este equipo es que muchos se conocen desde que tenían ocho o nueve años. Han crecido juntos y eso se nota en cada entrenamiento. Son un grupo de amigos que sienten el escudo como algo suyo» destaca el entrenador.
Lo que depara el futuro
El fútbol es un deporte con un destino muy caprichoso, y solo el futuro decidirá. Lo que está claro es que el CE Andratx ha construido las bases para tener una generación histórica de juveniles que empieza esta misma temporada con los jugadores nacidos en 2009. Por detrás, vienen futbolistas con hambre y con una cosa muy clara, volver a dejar el nombre del pueblo en lo más alto y devolverlo a la categoría que merece, la juvenil nacional. Una liga en la que estuvo tres temporadas y en la que demostró que con trabajo y esfuerzo, todo es posible.
